“El chico de rojo”
Se encontraba solo a unos cuantos metros de mí, aquella sudadera roja en contraste con su piel morena, sus manos varoniles y esos ojos claros reflejando la luz del sol realzaban su belleza. Mi adrenalina estaba a tope y comencé a sudar sin razón, esperando ilusionada a que volteara y me mirara al menos por accidente. Si tan solo pudiera verse a través de mis ojos, pensé.
Tan cerca y tan lejos sin saber de mi existencia, en ese momento solo me preguntaba por qué no podía ser linda y dejar de ser invisible solo por un día para sentir el calor de sus manos en las mías. Conocía todos y cada uno de los lunares de su rostro, y dolía saber que aquellos hermosos ojos jamás me mirarían.
—¡Hola! —la
impresión hizo que la sangre abandonara mi cuerpo momentáneamente y me quedé en
silencio esperando que pasara de largo, pero no lo hizo así que me retiré los
audífonos.
—¿Sí? —dije
totalmente nerviosa.
—Elisa es tu
prima, ¿verdad? —dijo con una sonrisa. Hasta ese momento me di cuenta de que de
verdad me estaba hablando a mí.
—Sssí… —logré
decir.
—Me preguntaba
si sabes cuáles son sus flores favoritas. —La euforia se esfumó dando paso a la
tristeza, a pesar de que era la primera vez que me hablaba la conversación no
era sobre mí.
—La verdad es
que no tengo idea, pero puedo intentar preguntarle — dije con apenas un hilo de
voz.
—Perfecto, pásame tu número, serás mi cómplice —una pequeña sonrisa
fingida iluminó mi rostro, siempre soñé con que me pidiera mi número, pero
jamás me imaginé que sería en esas circunstancias, sé que debería sentirme
feliz pues al fin había logrado que me hablara, pero un vacío enorme en mi corazón
comenzó a crecer sin previo aviso. A pesar de todo para él seguía
siendo invisible, solo era un puente que pisar para alcanzar
otro objetivo, aunque estaba feliz por Eli, no me malentiendan, es una chica
hermosa y haría perfecta pareja con el chico más guapo del salón.
Aquella interacción fue la única que tuve ese día, luego de aquellas
palabras no volví a hablar con nadie, no volví a ser visible para los demás.
Desperté al día siguiente pensando que faltaban solo unos días para mi cumpleaños y estaba entusiasmada por planearlo todo, me levanté y seguí escribiendo aquella carta que se convirtió rápidamente en 5, la verdad es que siempre me ha gustado escribir, es la única manera que tengo de expresar lo que siento sin verme como una loca hablando sola en los pasillos. Me preparé el desayuno y fui a la ferretería a comprar una soga que era lo último en mi lista para los preparativos.
El chico de la sudadera roja y yo al final nos volvimos amigos, o al menos así lo consideraba yo, hablábamos por horas de cosas sin sentido, pero siempre la conversación principal giraba al rededor de Eli. En ese corto tiempo conseguí mucha información de los gustos de mi prima por lo que también nos volvimos más cercanas.
El gran día llegó y todo estaba perfecto, con rosas de sus dos colores favoritos, globos y un enorme letrero hecho a mano colgando de la soga en el patio. Todo era completamente hermoso, incluso mejor de lo que imaginaba.
—Todo es precioso —dije cuando se acercó a mi.
—No lo habría logrado sin ti —dijo tomando mi mano y regalándome la sonrisa más hermosa que jamás había visto. Es algo que nunca olvidaría.
Mi prima llegó unas horas después y la sorpresa fue revelada, ella lloraba encantada mientras el chico de mis sueños se acercaba con un enorme ramo de violetas hacia ella.
—¡Feliz cumpleaños a mí! —dije por lo bajo y me retiré sin que nadie me viera, lo cual no resultó ser problema dada mi habilidad para ser invisible.
Al llegar a casa di un último vistazo a mis cosas, verifiqué que todo
estuviera en orden y bajé al sótano donde mi destino esperaba impaciente.
La soga que había elegido aquel día en la ferretería lastimaba
mucho más de lo que me imaginé, mi cuerpo comenzó a intentar librarse en vano y
mi vista comenzó desvanecerse para dar paso a una inmensa oscuridad hasta que por fin, al cabo de unos minutos me volví totalmente
invisible…
Luego de una semana todos
olvidaron lo ocurrido con aquella chica y su trágica partida de este mundo. Incluso aquel chico de la sudadera roja...
El mundo no se
detuvo, todo siguió su curso sin mí, tal como lo esperaba...
Historia por: Valeria Florenzani Nava
Gracias por leerme!!
Comentarios
Publicar un comentario