Prólogo
Una semana después...
~ Catalina
Los ruidos cesaron momentáneamente solo para reactivarse unos segundos después,
Catalina dirigió lentamente la luz de su celular hasta el lugar de donde
provenían, asustada y con la respiración entrecortada. Soltó un grito al llegar
al lugar exacto, pero la sangre volvió a su cuerpo al ver que ahí no había nada
más que una pequeña mariposa asustada intentando escapar. Se rio de lo absurdo
que había sido y volvió a su cuarto con el vaso de agua ahora lleno que había
ido a buscar a la cocina antes del pequeño susto. Siempre se quejaba de las
chicas estúpidas en las películas de terror, pero la verdad era que estando en
esa situación siempre es difícil pensar con claridad. Llegó a la puerta de su cuarto y
se sorprendió al verla cerrada, ella recordaba que la había dejado abierta,
pero no le dio importancia, ya que siempre olvidaba las cosas, así que procedió a
abrirla, pero al hacerlo se percató de que la luz estaba apagada y ella estaba segura de que
la había dejado encendida antes de irse a la cocina. Su corazón comenzó a latir
a mil por hora activando a su cerebro diciéndole que corriera, pero fue
demasiado tarde, soltó el vaso de agua al ver aparecer esos ojos verdes justo frente a
ella y no tuvo tiempo ni de gritar porque la mano de aquel intruso de su
habitación ya se encontraba aplastando con fuerza su boca y nariz. Una pequeña
lágrima rodó por su rostro antes de desmayarse.
~ Cleo
Salió del gimnasio luego de una horripilante rutina de pierna que lo dejó destruido. Se secó el sudor con la toalla ahora empapada y se colocó la mochila en la espalda antes de subirse a su moto (su abuelo se la había heredado al igual que el amor por los autos). Como siempre era de los últimos en salir del gimnasio el estacionamiento se encontraba vacío, sin embargo, ya estaba acostumbrado a ello, se montó en la motocicleta y estaba a punto de activar el motor cuando sintió que alguien le tocó el hombro, Cleo volteó y lo único que vio antes de ser golpeado fuertemente en la cabeza fueron unos ojos verdes a través de un pasamontañas negro.
Despertó unas horas o quizá días después,
desorientado sin saber dónde se encontraba. A su alrededor no había nada más que paredes grises, estaba en un pequeño
cuarto gris, sin ventanas ni puertas por ningún lado, intentó levantarse y fue
cuando cuando se dio cuenta de que estaba atado a una silla de metal que se encontraba
atornillada al piso de hormigón.
~ Ming
La biblioteca había cerrado hace ya media hora, sin embargo, Ming seguía
dentro terminando de acomodar los libros de la sección de ficción. Mary, la
encargada de la biblioteca, siempre apreciaba la ayuda de Ming, ella decía que
era una chica muy linda y que su amor por los libros hacía que la biblioteca fuera
la mejor de la ciudad. Ming había añadido tarjetas informativas sobre los
autores e incluso una sección sorpresa exclusiva para dejar que como ella
siempre decía “el libro te eligiera a ti”. El día de hoy le había pedido a Mary
dejarla cerrar para que ella pudiera ir con sus hijos a celebrar el cumpleaños
de su esposo y luego de unas cuantas negativas aceptó.
Estaba a punto de terminar de acomodar la sección con los libros de Stephen
King cuando escuchó un ruido en la entrada.
—Mary, ¿eres tú? —gritó
algo asustada, pero sin perder la cordura, esperando que fuera Mary que había
olvidado algo.
Esperó unos segundos, pero no hubo respuesta, su frecuencia cardiaca comenzó
a incrementar, dejó los libros y caminó lentamente hacia la entrada. Estaba
justo a punto de llegar cuando escuchó algo a sus espaldas, se quedó helada sin
mover un músculo esperando que solo hubiera sido producto de su
imaginación.
—¡Lo lamento! —dijo una
voz conocida antes de tronar su cuello alejándola de aquel mundo en un segundo.
Nota: esta es solo una obra de ficción. Está sujeta a derechos de autor.
Por: Valeria Florenzani.
Gracias por leerme, sus comentarios me ayudarán a saber si quieren que siga con esta historia que me hace muchísima ilusión.
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